Conciliación laboral/personal – Esa otra gran mentira

Otra de las grandes mentiras de la modernidad, o del progresismo, que viene a ser lo mismo, está detrás del término de la «conciliación laboral – personal»… Y esa gran mentira es muy grave puesto que está afectando negativamente a actitudes humanas esenciales, como la maternidad y la relación entre las parejas.

Primero de todo, definición: ¿Qué se entiende como conciliación entre la vida laboral y personal?

¿Qué es la conciliación laboral/personal?

Primero de todo, decir que la conciliación entre la vida laboral y personal es un concepto introducido por el movimiento feminista de última fase. Nace del hecho de que la mujer tiene problemas en el mercado laboral, específicos a su género, concretamente debido a su condición de madre, si lo es. Ya se advierte, por lo tanto, que existe una discriminación de partida hacia el hombre, como si éste no necesitara conciliar también (en alguna medida) su faceta laboral con su faceta personal.

Como la mujer se ha incorporado plenamente al mercado laboral bastante más tarde que el hombre, ha sido muy evidente que existen diferencias laborales respecto del trato a una mujer y un hombre. Básicamente, estas diferencias se basan en que si una mujer, por el hecho de ser madre, necesita más tiempo personal, horarios más flexibles, etc; eso supone una carga empresarial importante que a priori, el empresario como es lógico desde un punto de vista de eficiencia, no quiere asumir.

Desde el punto de vista feminista, las madres deberían tener privilegios especiales que les ayudaran a cumplir con sus responsabilidades maternales, sin que eso afectara lo más mínimo a sus sueldos, mediante una adecuación de los horarios laborales y cualquier otro beneficio que permitiera que ellas siguieran siendo tan eficaces como si no fueran madres. Estos privilegios se deberían incluso incrementar si se trata de madres solteras o con algún otro problema personal que les impidiera dedicar el mismo tiempo que, en general, pueden dedicar los hombres a trabajar, sean padres o no.

Una primera contradicción en el movimiento feminista (como otras tantas que tienen) es que exigir conciliación especialmente para las mujeres y no evitar las causas de los problemas que les empujan a pedir conciliación, es algo contradictorio con la ambición de igualdad que se supone persigue el feminismo: No se debería pedir conciliación desde el feminismo, se debería pedir que las condiciones personales de hombres y mujeres sean iguales…. Pero claro, eso es imposible, para empezar por las diferencias fisiológicas entre hombres y mujeres (la mujer da el pecho, por ejemplo). E intentar minimizar esas diferencias tampoco le parece suficiente al feminismo. Entonces, el «plan B» es exigir la conciliación!

La conciliación en términos generales

Vamos a tratar el concepto de conciliación desde un punto de vista general, para ambos sexos, como esa necesidad de conciliar la vida laboral y la personal, sea cual sea esa vida personal (familiar u otra cualquiera).

Para empezar, ¿qué se pretende exactamente con ese concepto? ¿que un empresario le pague igual a una persona por trabajar menos, simplemente porque tiene familia o cualquier otra circunstancia personal que sea considerada (por alguien!) como importante y/o necesaria?! ¿o que sea la sociedad en su defecto la que pague ese «extra» salarial? ¿qué idiotez se enmascara mediante la tradicional demagogia socialista este término tan «bonito y justo»?

La conciliación es un concepto inventado inexistente en su sentido más estricto. Es un intento infantil de que los OTROS (empresario, estado..) nos ayuden a simultanear el trabajo remunerado con el trabajo no remunerado que todos debemos hacer para poder vivir cada día. Y la verdad (la cruda realidad) es que ese intento de simultanear ambos trabajos sólo depende de nosotros y de nuestra capacidad de negociación laboral, planificación, capacidad de trabajo, de sufrimiento, de lo que queremos comprometer de ambas facetas vitales, etc.

Si a una persona le interesa tener más tiempo libre o tenerlo condensado o tener un horario especial, lo único que debe hacer es NEGOCIARLO con su jefe, junto con el resto de parámetros laborales habituales (sueldo, el mas usual). Eso es todo. El resto es pura demagogia, intento de manipular las mentes más débiles, inculcándoles que si ellos no tienen tiempo para la familia no es su responsabilidad y que existen culpables a los que enfrentarse por ello (principalmente el empresario o un gobierno de derechas, por ejemplo).

En resumen, debemos empezar a entender que para analizar un puesto de trabajo, no sólo cuenta el salario que nos ofrecen, sino otros parámetros, como son el horario, la forma de trabajar (por proyectos u horas, por ejemplo), etc. Incluso, para una persona muy interesada en «conciliar», debería ser más importante el tiempo destinado al trabajo que el propio salario.

Ah!, pero llegamos al verdadero problema que nos enfrentamos aquí! El problema real es que los «amantes de la conciliación», pretenden que el empresario les pague lo mismo por trabajar incluso más o por rendir menos, sólo con la excusa de que tienen familia! Alucinante! Y es que se lo creen! Jajaja! Perdonad la carcajada, pero es que hay cosas del progresismo que son absolutamente ridículas…

Por lo tanto, desde un punto de vista general, tanto para hombres como mujeres, exigir un trato privilegiado sólo porque tenemos unas circunstancias personales «especiales» es absurdo a todas luces.

«Conciliación feminista»

Como la conciliación a nivel general es un absurdo basado en un proceso demagógico elaborado por ciertos lobbies progresistas, una especificación de este término lo sigue siendo, como no podía ser de otra manera, siguiendo la lógica más elemental: Si en general es absurdo, cualquier concreción sigue siendo absurda. Pero veamos las razones específicas de por qué pedir conciliación para las madres y mujeres en general, con problemas para conciliar su vida laboral con la familiar, sigue siendo absurdo e injusto.

Si bien es cierto que existen bastantes prejuicios empresariales que indican que la mujer, por sus condiciones específicas (cuidado de los niños, embarazos, menstruación, etc), son menos productivas que los hombres, lo cierto es que en la sociedad actual, eso es lógico que sea así. En caso contrario, estaríamos hablando de seres «super-poderosos» en comparación con los hombres, que no tienen asignadas esas tareas específicas (justa o injustamente, ese es otro tema). Y como se supone que ambos, mujeres y hombres, tenemos de partida, las mismas capacidades laborales, pues quien tenga más impedimentos para realizarlas, tendrá peores resultados. Todo esto, haciendo un análisis muy superficial del mercado laboral actual.

Pero por otra parte, no conviene dar por bueno el actual mercado laboral actual… Es decir, puede contener defectos «históricos» que afectan a la mujer y que se han mantenido porque la mujer se ha incorporado muy recientemente plenamente al mercado laboral. Quiero decir que, es muy probable que el mercado laboral actual tenga muy en cuenta los inconvenientes muy aparentes de contratar a una mujer en lugar de a un hombre, y sin embargo, no tenga en cuenta las ventajas, simplemente porque es algo muy nuevo y poco analizado desde muchos puntos de vista: ¿Qué ventajas aporta la naturaleza (psicológica, sobre todo) específicamente femenina al sistema económico en el que está inmerso el empresario y su empresa?

Esta última pregunta es crucial y nos daría la respuesta para que la «conciliación femenina» no fuera necesaria en absoluto. Porque la clave está en encontrar los beneficios que una mujer puede aportar más fácilmente que un hombre. El problema para que el feminismo «vea» esta realidad es que para el feminismo no existen diferencias más allá de las físicas y, por lo tanto, no hay nada que explorar en ese sentido. Ahí radica el verdadero error de la «conciliación femenina». Puede que no sea fácil encontrar esas «características femeninas» que pudieran beneficiar a una empresa y cómo evaluarlas después, pero eso no significa que no sea una realidad que mujeres y hombres tenemos características concretas que nos hacen muy buenos para algunas tareas y no tanto para otras. Y los sexos tienen características diferenciales muy claras, no sólo fisiológicas, digan lo que digan las feministas.

Otra alternativa, en lugar de enfrascarse en un complejo estudio psicológico sobre las diferencias entre hombres y mujeres que afecten a su desarrollo laboral/profesional, es simplemente aceptar los «inconvenientes femeninos», sin rebajas salariales, confiando en que existirán como contrapartida «ventajas femeninas» que los compensarán suficientemente e independientemente de la mujer y sus circunstancias personales. Lo que es mucha confianza y suposición, claro. Pero sería una alternativa, digamos bastante lógica y «humanística» ya que ignoraría por completo el sexo de los empleados. Pero en un mundo tan analítico, exigir que las empresas se pongan una venda en los ojos y se tiren a esa «piscina» es también mucho exigir, sobre todo, porque al final, el empresario tiene toda la libertad de invertir SU DINERO donde y como él decida, con o sin «vendas».

En definitiva, se ve claramente que ambas conciliaciones, la general, que afecta a hombres y mujeres por igual, como la específica hacía las mujeres, son absurdos desde el minuto uno.

Conclusiones

  • La conciliación laboral/personal existe pero es sólo nuestra responsabilidad lograrla. No es responsabilidad del empresario o del Estado o cualquier otra entidad similar.
  • La conciliación laboral real (la que nosotros nos diseñamos) debe considerar nuestras PRIORIDADES y negociarlas con quien nos contrata en cualquier momento, ya sea en la fase de contratación o posteriormente, si nuestras prioridades cambian.
  • No podemos pretender que nuestra condición de padre o madre sean como un «bonus» que los demás deben considerar a la hora de tratarnos laboralmente. Este «bonus» se debe negociar laboralmente, con sus correspondientes inconvenientes (los beneficios se pagan, obviamente).
  • En definitiva, tener familia es casi tan natural como trabajar y ambas actividades SIEMPRE deberán sincronizarse y simultanearse y la forma en que eso se haga debe depender únicamente de nosotros y nuestras interacciones con nuestro entorno (nuestra capacidad de negociación, sobre todo).
  • No podemos pretender ser «super-humanos» y hacerlo todo y bien. Es necesario priorizar nuestro tiempo, ser realistas con nuestras necesidades y asumir que si queremos abarcar mucho, por ejemplo trabajar fuera y tener familia, no podremos ser ni trabajadores perfectos ni padres o madres perfectos.
  • En consecuencia, que yo no pueda ser un buen padre o buena madre porque tengo que trabajar no es culpa en absoluto de mi jefe o el empresario o del Estado… Es mi decisión, es mi responsabilidad final y única.
  • Un jefe puede tener más o menos «mano izquierda» a la hora de enfrentar problemas de índole familiar de uno de sus empleados. Pero eso siempre se debe entender en términos de eficiencia final del empleado: Un empleado contento con la empresa siempre será mucho más eficiente que no uno que no lo esté, porque no le dejan salir a recoger a su hijo al colegio, por ejemplo. En cualquier momento, si un empleado no rinde mucho en términos generales, un jefe puede dejar de tener esa mano izquierda, precisamente por la misma razón: No le compensa lo que obtiene por ese empleado, con o sin «mano izquierda».
  • Para acabar, el feminismo, como otras tantas veces, vuelve a echar mano del supremacismo femenino al intentarnos convencer que las mujeres son mucho más eficientes que los hombres ya que pueden ser madres y trabajadoras a la vez y sin perder un ápice de su eficiencia laboral, en comparación con los hombres. Y que, por lo tanto, deberían cobrar lo mismo (o incluso más!) Es una muestra más de que el actual feminismo es en realidad hembrismo o, dicho de una forma más coloquial, feminazismo; esa gran lacra socia de nuestros días.